La tecnología juega un papel fundamental en nuestras vidas, es un hito en constante evolución. La usamos en cada contexto de nuestro día a día, sin mucha reflexión; y ha pasado de ser un lujo a convertirse en una necesidad. Incluso me aventuraría a decir que ha llegado a ser algo obligatorio, en apenas unas décadas… Es tal la transformación, que ahora inadaptado es aquel que no sepa usar un ‘smartphone’ (ya ni hablar de un ordenador). Autista el que no tenga ‘Whatsapp’. Y malhechor el que siga imprimiendo en papel.
Sobre el ahorro de papel y el reciclaje en general, hemos de felicitar a las empresas. Están consiguiendo que nos sintamos culpables y tener cargo de conciencia por no reciclar. Sobre todo cuando son ellas las primeras y máximas responsables del adecuado uso de los recursos naturales. En vez de enfocarse en desarrollar energías y materiales sostenibles, se centran en vendernos todos sus productos y servicios… ¡Enhorabuena, campeones!
Dos caras de una misma moneda
Volviendo a la tecnología, seguimos dependiendo cada vez más de ella. Y debido a la altísima importancia que ha alcanzado, nos centramos en perfeccionarla cuando nos hemos excedido con creces en creatividad e ingenio. Mientras tanto, estamos dejando de lado y nos olvidamos de una máquina mucho más importante: nuestra persona. Nosotros mismos; con nuestro cuerpo, mente y alma.
Que no se me mal interprete, la tecnología es asombrosa, necesaria, útil, eficiente, etc. Pero también es un arma de doble filo: la falta de una fuerte moral y algunos principios orientados hacia el bien común, no sólo son destructivos sino que podemos perder el curso de las relaciones sociales y el desarrollo personal. Irónicamente, la tecnología se vende para crear puentes y unir, pero al mismo tiempo nos separa y nos mal cría. Mismamente los ‘smartphones’ y las redes sociales: mientras nos acercan a los que están lejos, nos separan de los que están cerca.
Verdaderamente, las nuevas tecnologías simplifican y hacen las tareas más fáciles. Sobre todo aquellas que son tediosas y/o repetitivas. También mejoran nuestra calidad de vida: los ‘e-books’ o auriculares que traducen en tiempo real. Ojos biónicos que permiten recuperar la vista o mejorarla. Prótesis u operaciones con brazos mecánicos, y otros tantos usos medicinales entre millones más. Y es que tenemos decenas de ‘apps’ en nuestros teléfonos que usamos en nuestro día a día. Desde lo más banal hasta lo más complejo; y esta tendencia parte de la premisa «¡Hay una aplicación para eso!» («There’s an ‘app’ for that!»). Por tanto, estamos viviendo un auténtico ‘boom’ de creatividad e ingenio gracias a los desarrolladores y a los usuarios; sin unos no habría otros.
Continuará…
Muy bueno, felicitaciones.
Muy bien escrito y explicado